Supervivencia

Un veinticinco de mayo, diez y media de la mañana, la senda atraviesa el barranco de Gabasa, ascendiendo entre chopos, nogales, avellanos, zarzas, cola de caballo y otras especies que le dan un ambiente casi selvático. La mañana es tranquila, un poco fresca pero agradable para pasear por el frondoso barranco. A mi paso mirlos, zorzales, ruiseñores y currucas se ocultan en lo más profundo de la espesura. Una ardilla me observa desde lo alto, confiada en que yo todavía no la he visto.

El poco caudal que corre por el fondo del barranco nace en una surgencia donde el valle se abre, formando una pequeña laguna con escasa vegetación, es el Clot del Ull. Al llegar a ella un Ánade azulón sale en estampida. No le habría dado mayor importancia a no ser porque en unos segundos, en un vuelo casi en picado pasa volando a unos pocos centímetros de mi cabeza. Mi sobresalto es tal que me tiro rápidamente al suelo. Mi corazón late con fuerza, ¿que ha sido eso?. Levanto la cabeza intentando seguir el rápido vuelo del ánade y lo veo en un desesperado intento por librarse de un implacable perseguidor. Un Halcón peregrino lo sigue a pocos metros, su tamaño lo delata, es un macho pero no está solo. Más arriba, cerrando el paso al ánade en sus quiebros vuela la hembra en un ataque conjunto realmente espectacular.
Durante unos segundos que se hacen eternos, el ánade intenta escapar sin éxito de sus perseguidores en varias ocasiones. Vuelve a pasar de nuevo a pocos centímetros de mí, pensando seguramente en que sus perseguidores no osarán acercarse tanto al hombre. Agotado, sin ninguna posibilidad de escapar solo tiene dos opciones, elegir entre el halcón y el hombre, optando por este último.
En un último picado espectacular se tira al agua, permaneciendo oculto entre la escasa vegetación de la laguna, apenas a un metro de donde me encuentro. Nuestras miradas se cruzan y noto el miedo en sus ojos, ese miedo ancestral que todos los animales tienen al hombre. Durante largo tiempo ninguno de los dos nos movemos, permanecemos inmóviles en un momento realmente mágico. Su decisión esta vez ha sido la acertada, los halcones nunca osarán acercarse a su gran enemigo y yo nunca le haría daño.

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