Ripas de Alcolea de Cinca. |
Las zonas esteparias del valle del Ebro son unos de los espacios naturales de Aragón que menos interés despiertan entre la población. Los maravillosos paisajes de Pirineos, Sistema Ibérico o muchas de las sierras de Teruel son más llamativos al visitante, que no suele ver la belleza y la riqueza natural que encierra este espacio, aparentemente vacío de vida.
Los Monegros fueron llamados así por la impresión que daba desde la lejanía los bosques de coníferas que lo cubrían hasta principios del siglo XX. La delimitación "natural" de Los Monegros, prescindiendo de límites políticos, sería el río Gállego al oeste, el Ebro al sur, el Cinca al este y al norte por las tierras de El Tormillo, Huerto, Tramaced, Sangarrén y Tardienta si bien las zonas mejor conservadas se encuentran al sur de la Sierra de Alcubierre, con las estribaciones septentrionales de esa sierra, pertenecientes a Senés, Robres, Lanaja, etc. y las estepas de Villanueva de Sigena y Sariñena. El resto de su superficie se encuentra enormemente alterado, desde hace décadas por los cultivos agrícolas, problema agravado en los últimos años por la puesta de nuevas superficies en regadío o la modernización de las ya existentes.
En Los Monegros pueden identificarse cuatro unidades paisajísticas bien diferentes y diferenciadas, aunque las zonas de transición entre ellas introduzcan variables de gran interés:
Bosques
El nombre de Monegros proviene de "Montes negros", denominación que se le daba por la coloración oscura que tenía esta comarca antes de la brutal deforestación que acabó con la mayor parte de su superficie forestal. Antaño cubiertos por Sabinas y Pinos carrascos, actualmente solo perduran las zonas de relieve más abrupto, no aptas para la agricultura. Son bosques muy secos y cálidos en verano y con temperaturas extremadamente bajas en invierno. Los pinares aparecen en las zonas elevadas cálidas y soleadas, por encima de los 300-350 metros de altitud, límite de inversión térmica invernal. Es el bosque presente en las Sierras de Alcubierre, Villanueva de Sigena, Sena, Ontiñena o de la Serreta Negra, en Fraga. No es un bosque que alcance grandes densidades pero sí posee un importante sotobosque de especies esclerófilas como la coscoja, el espino negro, la sabina negral, el enebro, el lentisco o incluso el boj en algunas umbrías, además de otros arbustos espinosos como la aliaga, o aromáticos, como la salvia y el romero. Al ocupar las laderas y suelos pobres, posee un enorme valor como preservador del suelo frente a la erosión.
En las vales donde en invierno tienen lugar los procesos de inversión térmica, con nieblas y temperaturas extremadamente bajas y persistentes durante gran parte del invierno, se asienta el sabinar de sabina albar, formando bosques abiertos, como en la Retuerta de Pina o en Monegrillo. El sabinar ha sido explotado desde tiempos inmemoriales para la obtención de madera, leña y alimento para el ganado, pero tampoco se ha librado de las talas a matarrasa en amplias superficies para la instalación de cultivos.
Cultivos
Los cultivos ocupan actualmente la mayor parte de la superficie de Monegros. Hasta hace unos años, casi toda la superficie estaba dedicada a los cultivos de secano, principalmente cebada y trigo, integrándose en numerosas ocasiones en el entorno natural y las especies que lo habitaban. Con la puesta en regadío, cientos de hectáreas reciben agua, por lo que la variedad de cultivos ha aumentado, encontrando desde girasol hasta alfalfa, pasando por maiz y cualquier producción agrícola que uno pueda imaginar en el regadío. Estos cultivos han perjudicado nuevamente a todas esas especies esteparias que poco a poco pierden sus últimos reductos.
Estepas
Estepa con Boleum asperum en primer plano. |
Las zonas esteparias prácticamente han desaparecido de Los Monegros ya que la mayor parte de ellas, salvo las que no ha sido rentable roturar económicamente, han sido labradas. Constituyen un paisaje muy heterogéneo y con una gran personalidad y belleza. Tras las lluvias de primavera, cuando florecen en todo su esplendor, presentan un colorido que nadie que las haya visitado en esta época olvidará.
Saladas
Las saladas se asientan sobre una plataforma estructural entre 300 y 360 metros de altitud sobre el mar en una superficie de unos 250 km cuadrados. Son depresiones en el terreno que reciben el agua exclusivamente de la lluvia y la pierden por evaporación, acumulando durante miles de años las sales disueltas en el agua. Constituyen un paisaje difícil de olvidar y que queda gravado en la retina de quien las observa por primera vez. En invierno las encontraremos llenas de agua... una gran lámina en medio de una inmensidad. En verano, totalmente secas y blancas a causa de la sal, podremos observar espectaculares espejismos producidos por la reverberación, que en pocos lugares de nuestra región tendremos la ocasión de disfrutar. El viento presente en Monegros nos ofrecerá espectaculares torbellinos de polvo que nos recodarán paisajes lejanos y mágicos. Un paisaje que algunos científicos comparan con los ambientes que existían hace 30 millones de años en el Mediterráneo, un periodo de sequía en el que este mar alcanzó uno de sus niveles más bajos de la historia.
Las saladas se asientan sobre una plataforma estructural entre 300 y 360 metros de altitud sobre el mar en una superficie de unos 250 km cuadrados. Son depresiones en el terreno que reciben el agua exclusivamente de la lluvia y la pierden por evaporación, acumulando durante miles de años las sales disueltas en el agua. Constituyen un paisaje difícil de olvidar y que queda gravado en la retina de quien las observa por primera vez. En invierno las encontraremos llenas de agua... una gran lámina en medio de una inmensidad. En verano, totalmente secas y blancas a causa de la sal, podremos observar espectaculares espejismos producidos por la reverberación, que en pocos lugares de nuestra región tendremos la ocasión de disfrutar. El viento presente en Monegros nos ofrecerá espectaculares torbellinos de polvo que nos recodarán paisajes lejanos y mágicos. Un paisaje que algunos científicos comparan con los ambientes que existían hace 30 millones de años en el Mediterráneo, un periodo de sequía en el que este mar alcanzó uno de sus niveles más bajos de la historia.
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